Nuestro proyecto de participación ciudadana el Futuro es Clima traspasa fronteras y se planta en Bruselas para presentar las demandas nacidas de la ciudadanía a los diferentes grupos parlamentarios europeos.
La transición verde necesita del impulso y el compromiso firme y efectivo nacional, pero también europeo y, por eso, no nos podíamos quedar en España. Fue un viaje fructífero, pero que dejó sentimientos encontrados ¿qué papel tiene la ciudadanía con respecto a las instituciones europeas? Leemos la opinión de Alexandre Tourdot, un joven que forma parte del proyecto y que viajó a Bruselas:
Del 19 al 21 de marzo participantes del proyecto ‘El Futuro es Clima’ del Demos Lab viajamos a Bruselas, la capital europea, para presentar el proyecto y hacer incidencia política.
Tuvimos un par de reuniones con funcionarixs y representantes de los grupos parlamentarios del Partido Popular Europeo (EPP) y la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D), reuniones que dejaron mucho que desear y me plantean serias dudas sobre la labor de escucha a la ciudadanía y a las organizaciones de la sociedad civil que hacen estos grandes partidos, más allá de intereses coyunturales y una limpieza de cara democrática y de participación ciudadana.
Esta situación que vivimos con los dos grandes grupos parlamentarios me recordó algo que nos comentó Jorge Riechmann en la primera sesión de formación del Metaforum del Clima, allá por septiembre, en la que nos habló de la necesidad de encontrar un o unos principios democráticos distintos al de representación, cosa con la que no puedo estar más de acuerdo, ya que el modelo liberal de democracia representativa no propicia una ciudadanía activa y participante, sino más bien una ciudadanía que ejerce como espectadora del show político, se posiciona respecto a los temas que se ponen en la agenda pública tras las declaraciones de los representantes públicos y los titulares de los medios de comunicación y si le interesa mucho, mucho, y tiene tiempo, puede llegar a involucrarse en política de forma activa.
Hoy en día diera la sensación de que en una sociedad de consumo como la nuestra, la política sólo es uno de los productos que tenemos en el escaparate frente a muchos otros como el deporte (concretamente el fútbol por ejemplo aquí), la música, las series y películas, la moda, los videojuegos, el teatro, los espectáculos de humor y un largo y cuasi eterno etcétera[1]; lo cual nos acaba llevando a una sociedad radicalmente despolitizada (en el sentido de participación política y toma de decisiones, esto es, poder político real y efectivo), que puede opinar a través de las redes sociales, pero que más allá de eso se ve incapacitada y con pocas herramientas para hacer política. El mercado ocupa el espacio de la reflexión y la acción común.
En primer lugar, somos consumidores, esto es, ciudadanxs económicxs (de hecho, la edad legal para poder trabajar en España es de 16 años), y luego ciudadanxs políticxs de pleno derecho (la edad para poder votar en España es de 18 años). Estamos construyendo unas democracias en las que las personas adquirimos en primer lugar (mucho antes de poder trabajar) hábitos de consumo y posteriormente (y con suerte) hábitos democráticos y de participación política. Y luego nos alarmamos cuando la antipolítica se abre paso y la gente empieza a apoyar opciones antidemocráticas o que coquetean con pasados dictatoriales a través de grandes gurús del capitalismo e individualismo más radicales…
Esto nos pone en una situación en la que nos encontramos en una democracia con un demos debilitado y quejumbroso, que difícilmente puede generar grandes cambios, por no hablar de la precarización y aumento de desigualdades que dificultan aún más la participación política. Toca tejer redes comunitarias frente a las acometidas neoliberales.
Volviendo a la cuestión climática, Riechmann también nos señaló la necesidad de que haya transiciones en todos los ámbitos para afrontar la crisis climática, sobre todo en lo que a emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) se refiere, y que realmente se produzcan cambios sistémicos y radicales en ámbitos muy diversos de la sociedad como: la agricultura industrial, la energía, la desigualdad Norte-Sur global, el político y el económico, lo cual no parece ir muy en la línea del rumbo actual de los tiempos y requeriría de una revolución democrática y climática de nuestras sociedades. Por ahora, lo que nos queda es el horizonte cercano de las elecciones europeas, donde toca apoyar a proyectos democráticos y ecosociales y en el medio y largo plazo seguir trabajando para potenciar y dar voz a toda organización de la sociedad civil y a los movimientos sociales que defiendan una sociedad más democrática, más sostenible y más justa.
Alexandre Tourdot
[1] Con suerte, en ocasiones, desde la cultura y el arte se introduce la política, la reflexión sobre la misma y temas que se pueden relacionar y se promueven la capacidad crítica y reflexiva de la ciudadanía.